93 años, historia y evolución del PRI
La historia del PRI es la historia de México.
Se han cumplido 93 años desde que la Convención Constitutiva del Partido Nacional Revolucionario se congregó en el Teatro de la República de la bella ciudad de Querétaro, para dar vida a nuestro partido político.
La muerte del general Obregón había alterado significativamente la poca estabilidad conseguida. En esa época no existía cohesión ni identidad. Las fuerzas revolucionarias estaban dispersas, encontradas y muchas veces confrontadas. El caudillismo imperaba en casi todos los frentes y las rebeliones eran constantes.
Como sucesor legítimo de la Revolución, Plutarco Elías Calles asumió la Presidencia de la República y tuvo una idea clara y concisa que le daría estabilidad al país. Era necesario pasar de un gobierno de caudillos, a un gobierno de instituciones. Así se lo expresó a Emilio Portes Gil, en ese entonces, presidente interino: “…la necesidad de crear un organismo de carácter político, en el que se fusionen todos los elementos revolucionarios que sinceramente deseen el cumplimiento de un programa y el ejercicio de la democracia.”
El objetivo del general Calles fue unificar al país en una sola voz y en un mismo sentimiento. Recoger los ideales que habían sido abanderados en la causa revolucionaria, para hacerlos realidad. Así nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecedente directo de nuestro Partido. Como un proyecto de unidad y compromiso social.
El primer paso fue decisivo. Durante la gestión del general Calles y sus sucesores, se establecieron las bases del partido oficial, que más adelante se convertirá en el más importante y poderoso de México.
El enfoque del PRI comenzó por unir a los líderes revolucionarios para después transitar a una visión más abierta y agrupadora. Inició con atraer a los sectores populares, como el agrario con la CNC y el laboral, a través de la CROM y después con la CTM.
Con ello, el PRI reconoció y entendió que la única manera de hacer un frente común, que recogiera los ideales de la Revolución, sería con la ayuda de todos los mexicanos.
No obstante, la visión sectaria de grupos y el considerar al Partido como un medio y no como un fin, provocó su primera ruptura. Las desavenencias entre el “Jefe Máximo” Calles y el entonces presidente de la República, Lázaro Cárdenas, provocó no sólo una reforma a los Estatutos, sino una transformación de fondo. Pasó a nombrarse Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y a seguir, como el gobierno de la época, una política de izquierda.
Pero más allá de estos aspectos, el general Cárdenas sentó una regla absoluta que perduraría hasta el siglo XXI: el presidente de la República es líder del país y del Partido.
La transición del México revolucionario, dirigido por los militares, hacía un país de instituciones, sostenido en leyes y principios, fue producto en gran medida, del surgimiento de una nueva clase social, forjada en las aulas universitarias y no en los cuarteles.
Maestros, profesionistas, pequeños propietarios, entre otros, dieron nacimiento a la CNOP y, después al nuevo partido. Uno de ellos, exitoso abogado, empresario y presidente, Miguel Alemán Valdés, sentó las bases del civilismo en el país y llevó a nuestro Partido al siguiente nivel, el de las instituciones. El PRM cambiaría de nombre, logo e ideología para dar paso al actual Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Un partido comprometido con las clases sociales, consciente de que la única forma de avanzar a un mejor futuro son las instituciones y de que el medio idóneo para el progreso nacional es la unidad.
A partir de ese momento, el PRI se institucionalizó y, de la mano con el gobierno, emprendió reformas trascendentales que sentaron las bases del México moderno. Instituciones como el IMSS, el ISSSTE o la CFE, son algunos ejemplos de ello. En esa etapa es en la que más se engarza la historia de México con el PRI, una historia llena de progreso y crecimiento.
No obstante, también se arraigó una visión de control absoluto que, si bien impulsó la hegemonía del PRI, también acrecentó su dependencia hacia el gobierno, asumiendo muchas veces el costo de los errores cometidos. De un momento a otro, gobierno y partido se fusionaron y el partido se convirtió en el brazo electoral y operativo, sujeto muchas veces, a los deseos del Ejecutivo.
A partir de los movimientos estudiantiles y populares de los setenta, es que en la sociedad comenzó a permear nuevos sectores que no se sentían identificados con el gobierno y, por ende, con el Partido. Grupos que demandaban mejores condiciones de vida y mayores oportunidades para su crecimiento y que el gobierno en ese entonces no supo canalizar adecuadamente.
Si bien el PRI impulsó, desde el gobierno, la apertura democrática y la pluralidad política en el país, para abrir los espacios a esos grupos, esto debilitó su cohesión. Prueba de ello fue la escisión que sufrió en 1982.
En ese momento, quienes dirigían al instituto político adoptaron la ideología neoliberal, considerando que era lo mejor para el país, pero minimizaron el impacto negativo que esto tendría en la identidad del Partido: el sector social. Fue en ese instante cuando el Partido tuvo su mayor presencia en el país, pero también, dejó de lado su vocación popular.
La consecuencia fue que el PRI fue disipando su influencia en la población por la erosión de sus estructuras. A eso se sumó el golpe anémico por la muerte de Luis Donaldo Colosio y, posteriormente, la derrota electoral del año 2000.
A partir de 2012, muchos auguraron la desaparición del PRI, pero estaban equivocados. El PRI demostró que está en el ADN de México y recuperó su fuerza. Recuperó la Presidencia de la República, así como mayoría en el Congreso nacional y en las Gubernaturas.
Asimismo, refrendó su compromiso con las causas sociales y, mediante acciones afirmativas, reconoció e integró en sus bases, a sectores históricamente olvidados, como las mujeres, con el ONMPRI y los jóvenes, con la Red Jóvenes por México, así como otras organizaciones nacionales y adherentes. Habrá objeciones, pero algo que no podemos obviar es que el PRI fue el primer partido en abrir espacios a esos grupos sociales y brindarles la oportunidad de incursionar en posiciones del poder. Aunado a ello, ha invertido en preparar a sus bases y conformar una militancia capacitada, con el Instituto Reyes Heroles y la Fundación Colosio.
Sin embargo, hoy el PRI tiene un reto mayúsculo: recuperar la confianza de la gente.
Por mucho tiempo, el PRI había vivido al amparo del gobierno. Su estructura y operación se decidía desde Palacio Nacional y siempre había estado respaldado por las instituciones oficiales. Ahora, el contexto ha cambiado y ello nos lleva a replantear nuestro papel en la democracia mexicana, como oposición.
Por ello, en diciembre de 2021, se llevó a cabo la 23 Asamblea Nacional de nuestro Partido, y se dejó constancia de nuestra vocación socialdemócrata y de la necesidad urgente de conectar con los valores fundamentales de nuestro Partido, como la lealtad, la solidaridad y el patriotismo.
Hoy, a 93 años de dar ese primer paso, en la unificación del país, necesitamos cerrar filas y retomar nuestra vocación social, reiterando nuestro compromiso con México y su pueblo. Ese es el objetivo que ahora nos llama y que debemos refrendar en memoria de aquellos que, hace casi un siglo, apostaron por la unidad y la estabilidad institucional.
Eduardo Martínez Lugo
Secretario Jurídico y de Transparencia del CDE del PRI Querétaro.